Editorial, por Ruth Alday

Mientras escribo estas líneas algún sufrido operario se dedica a colocar pegatinas sobre las señales de tráfico de nuestras autopistas; ya no podemos permitirnos pagar la factura de nuestra loca carrera hacia el “progreso”. Para un país que importa la práctica totalidad del petroleo y el gas que consume, los temblores de Oriente Medio suponen una amenaza grave de tsunami económico, más si llueve sobre mojado. Para aquellos a los que no les bastan las razones lógicas y ecológicas para apostar por el desarrollo de las energías renovables, ahí va una razón que en estos tiempos todo el mundo entiende: no nos da el presupuesto.

Necesitamos una energía más limpia, más fiable y más barata. Y sobre todo necesitamos cambiar las pautas de lo que hasta ahora considerábamos crecimiento económico; más ladrillos, más coches, más consumo... más basura en nuestros vertederos. Tal vez los países occidentales necesitemos también una revolución, una chispa que encienda a la ciudadanía y que nos lleve a las calles, a gritarle a nuestros gobiernos que también nosotros queremos un cambio, que no estamos contentos con su trabajo (al fin y al cabo son nuestros empleados, ¿no?), y que no estamos dispuestos a repetir recetas que huelen a rancio.

Resulta paradójico pensar que nosotros, que tenemos libertad y medios para expresar nuestra opinión, y que no nos jugamos nada por hacerlo (mientras otros se lo juegan todo, incluida la vida), nos limitamos a quejarnos y lamentarnos en petit comité, mientras esperamos que solucionen el problema los mismos que lo causaron. ¿O es que las ansias de cambio son una cuestión de edad...?

Al comenzar las revueltas en Túnez los sesudos analistas de la ONU presentaron un informe que evaluaba las posibilidades de que ocurriese lo mismo en otros países de la zona, teniendo en cuenta varios factores, entre los que destacaba como fundamental un alto porcentaje de población menor de 25 años. Por una vez acertaron, ya que los levantamientos en Egipto y Libia estaban entre sus previsiones. Está claro que nosotros, con la media de la población por encima de los 40 y subiendo, no somos caldo de cultivo propicio para la protesta social. Aunque nunca se sabe... seguro que Ben Alí, Mubarak y Gadafi , hubieran dicho los mismo de sus respectivos súbditos hace tan solo unos meses. TODO puede CAMBIAR . Es nuestro derecho y nuestra responsabilidad MEJORAR el mundo en el que vivimos. Aprovechemos la energía que nos trae la nueva primavera para emprender cambios positivos, los primeros en nosotros mismos, nuestros hábitos y nuestra salud.

En este número os contaremos cómo detectar y tratar las alergias alimentarias, y cómo depurar el organismo con productos naturales. Encontraréis consejos de higiene íntima, tratamientos alternativos para el acné y un interesante acercamiento a la fibromialgia. Esperamos que todos los contenidos os interesen, os muevan y os inspiren en el cambio.

RUTH ALDAY. Directora de Vida Natural.