Retomando el artículo publicado en el número anterior de Vida Natural, y en base a lo expuesto en él, vamos, en esta ocasión, a ir concretando el modo de llevar a cabo la instauración progresiva de una alimentación Macrobiótica y el para qué de tal propósito.
Resumiré brevemente lo comentado en dicho escrito, como recordatorio para quien lo leyó, cómo referencia para quien no tuvo oportunidad de hacerlo. Se planteaba en él el uso de Cereales integrales, Legumbres, Verduras frescas de temporada, Semillas naturales y Pescados y otros productos de mar como base de la dieta habitual. Expuse, también, los porqués de la importancia de elegir productos naturales, integrales y ecológicos, de seleccionar verduras y frutas de temporada producidas en nuestro clima y de desechar los alimentos y preparados tratados con aditivos químicos en cualquiera de las fases de su elaboración, así como los alimentos denominados “refinados”.
Recordar que, como comentábamos entonces, la salud no se lleva bien con el azúcar, los derivados cárnicos y los lácteos, por lo que a mayor presencia de éstos en nuestra dieta, más difícil nos resultará mantener el equilibrio metabólico y por tanto el tan codiciado buen estado de Salud. Por supuesto que la sensibilidad hacia los diferentes alimentos no es la misma en todas las personas ni siquiera en todos los momentos de la vida. Está variabilidad está condicionada por situaciones concretas que inciden sobre cada individuo, por factores sutiles de naturaleza psicoemocional e incluso por predisposiciones familiares.
Sin embargo, cualquier persona que decida minimizar o mejor aún prescindir de estos productos en su alimentación habitual verá y sentirá las mejoras que se derivan de dicho cambio de hábitos. Hay otro punto que creo importante comentar aquí. Con frecuencia se suscita la duda de si la alimentación Macrobiótica es o no una alimentación vegetariana. Y la respuesta es, sencillamente, que puede serlo o no; cada persona puede elegir a este respecto. Por supuesto, debemos tener en cuenta que ante ciertas patologías puede estar recomendado evitar el consumo de productos animales o, justamente lo contrario, incluirlos en la dieta con el fin de obtener el resultado terapéutico deseado.
De cualquier modo, cuando utilicemos proteína animal en la dieta Macrobiótica, recomendaremos el consumo de pescado o de animales marinos frente al consumo de animales terrestres o de aves; pero esta no es una prioridad exclusiva de la macrobiótica. Por todos es sabido que las carnes están constituidas por grasas saturadas que se condensan en el cuerpo humano y se depositan en las arterias obstaculizando el flujo sanguíneo y dificultando el intercambio de nutrientes a nivel celular.
Imagínese trozos de mantequilla paseándose por sus arterias. Todo un laberinto de tuberías por el que litros de sangre se desplazan continuadamente arrastrando multitud de células, nutrientes, oxígeno, minerales, vitaminas, hormonas…
Más de cinco litros de sangre pasan por ellas en tan solo un minuto. Y, a esa velocidad se desplazan, sin descanso, un torbellino de sustancias empujadas a través de un enmarañado árbol de finas tuberías. Imagine; la más gruesa de esas tuberías tiene un calibre de poco más de 1’5 cm.; mediante múltiples bifurcaciones y ramificaciones se va dividiendo en vasos menores que a su vez se dividen en otros hasta formar pequeñísimos tubitos cuyo grosor se mide en micras (la milésima parte de un milímetro); alrededor de 10 micras mide el diámetro de un capilar. Y nuestro organismo tiene una enorme red de capilares gracias a los cuales lo que comemos y lo que respiramos puede llegar a cada una de las células que conforman nuestro cuerpo para asegurar su vida y nuestra Salud. Se estima que el organismo humano contiene unos 100.000Km de capilares.
Es realmente una espléndida obra de ingeniería biológica ¿verdad? Para que esta red de arterias y capilares funcione adecuadamente es imprescindible que esté libre de obstáculos por lo que cualquier sustancia que quedara adherida a las paredes tubulares crearía un problema de flujo al disminuir el espacio disponible para la circulación. Además, los pegotes tienen un segundo inconveniente, porque transforman las elásticas paredes arteriales en tubos rígidos sin posibilidad de realizar sus movimientos de contracción y dilatación. De este modo queda anulada la capacidad de adaptación del sistema circulatorio a las constantes variaciones de demanda.
Las consecuencias son un aumento de la presión arterial y un inadecuado abastecimiento de nutrientes y de oxígeno a nivel celular: las células mal comen y mal respiran. El buen estado del aparato circulatorio permite gestionar la cantidad de sangre que se precisa a cada momento en las diferentes partes del cuerpo; así, si caminamos dará prioridad a los músculos y si estamos en plena digestión abastecerá prioritariamente los órganos digestivos, por ejemplo.
Por todo ello, la composición de la sangre es la base de la salud. Si en ella portamos sustancias que dañan la estructura o la función circulatoria todo nuestro cuerpo se resentirá, lesionando las células por falta de alimento y de oxígeno y deteriorando los órganos y tejidos corporales. Mantenerse sano/a exige mantener una buena calidad de sangre y en dicho proceso interviene como actriz principal la alimentación.
Esto es exactamente lo que persigue la Macrobiótica. Si le parece, en este afán de ir señalando los pasos a seguir para adentrarnos en la Macrobiótica al tiempo que comprendemos los argumentos para hacerlo, podríamos pasar ahora a una vertiente más práctica. Así iremos avanzando a un tiempo desde lo mental y desde la acción evitando demorar los resultados. Realmente de poco sirve la teoría si no la llevamos a la práctica. Como contrapunto, George Oshawa añadía: no debemos olvidar que la práctica sin base teórica puede resultar peligrosa. Cierto es que suelen obtenerse buenos resultados compaginando y prestando atención a ambas.
Con tal premisa, le propongo que revisemos una opción de menú muy cercano a nuestra tradición culinaria y a la vez bien encajado en los dictados de la Macrobiótica. Esta estrategia nos permitirá aprender a introducir en la dieta productos nuevos y formas de cocción específicas y nos dará ocasión de comentar sus propiedades y aplicaciones. Como nos encontramos en época otoñal, buscaremos alimentos propios de esta temporada. Empezaremos por una Sopa de Cereal y seguiremos con unos Garbanzos cocinados con Verduras. Manos a la obra. Para comenzar, de víspera deberemos poner los garbanzos ecológicos a remojo; se lavarán previamente para dejarlos sumergidos en agua abundante durante 10 a 18 horas. Si tiene buenas digestiones podrá cocerlos en esa misma agua de remojo.
Coloque los garbanzos en la olla de presión junto con un trocito de Alga kombu (unos 3 cm) y espere unos minutos para que el alga se rehidrate. El Alga Kombu mejorará la digestibilidad del plato y aportará minerales enriqueciendo el alimento. A continuación cierre la olla y colóquela sobre el fuego; habrá de mantener la presión durante 1 hora y media; de este modo asegurará una correcta asimilación de la legumbre.
Entre tanto, se picará cebolla y se rehogará en una sartén sobre un poquito de aceite virgen ecológico; agréguele una pizca de Sal marina sin refinar; saltee unos 5 minutos, tape y reduzca el fuego para que se cocine poco a poco; a mitad de cocción, añada Calabaza cortada en trocitos y deje que se complete el proceso hasta quedar tierno. La Sal Marina sin refinar puede encontrarse en comercios especializados. Libre de tratamientos químicos, aportará a las comidas un importante despliegue de minerales marinos en baja concentración, llamados oligoelementos, que nuestro organismo empleará muy eficazmente en multitud de procesos metabólicos.
Cuando los garbanzos hayan cumplido su tiempo, retire la olla del calor y deje que pierda la presión; ábrala, ponga la sal necesaria y deje hervir 10 minutos más (ahora sin presión) para que esa sal sea integrada en el grano. Separe una parte del caldo de cocción de los garbanzos porque en esta ocasión lo emplearemos para preparar la sopa. Póngalo en un pucherito y hágalo hervir. Agréguele puerro, apio y zanahoria picados a su gusto; agregará también el mijo; entre 1½ y 2 cucharadas soperas serán suficientes por cada ración.
El Mijo es un cereal realmente interesante con un elevado poder nutritivo y específicamente indicado para esta época del año. Su grano de pequeño tamaño pero de consistencia firme cuece en poco tiempo y es muy versátil en la cocina dando muchísimo juego en preparaciones diversas. Empezaremos por este formato de sopa, sencillo y de paladar muy asequible y en posteriores ocasiones exploraremos sus otras versiones. Retomemos la receta. Dejaremos hervir el mijo, a fuego suave, durante 15 minutos. Para finalizar, separaremos un poco de caldo caliente en un pequeño bol y disolveremos en él una cucharita rasa de Miso de Cebada o de Arroz; remover hasta desleírlo e incorporarlo a la sopa ya retirada del fuego. Mezclar y servir.
El Miso es un preparado medicinal del que podríamos hablar largo y tendido. Se elabora a partir de las habas de soja que son fermentadas durante largos periodos de tiempo junto con un poco de cebada o de arroz; este proceso da como resultado un producto con un importante contenido enzimático y un potente efecto antioxidante que beneficia y protege la salud de cada célula del organismo. Aun hemos dejado pendiente el toque final para los garbanzos. El alga habrá quedado muy tierna; se puede rescatar del puchero y desmenuzarla para devolverla de nuevo a él. También habremos de agregarles el pochadito de cebolla y calabaza que tenemos preparado. De este modo, los habremos dejado listos para ser servidos.
Cómo alternativa no vegetariana, si lo desea, se puede agregar unos trocitos de pescado o unas almejas a ese guiso de verduras dándole unos minutitos de hervor antes de incorporarlo a los garbanzos. Para completar el equilibrio energético de este menú, sería interesante acompañarlo con unas ramitas de brécol cocinado al vapor y aderezado con unas gotas de Salsa de soja (Shoyu o Tamari) mezcladas con una pizca de aceite virgen de oliva y, si su paladar lo pidiera, con unas gotas de limón o de un vinagre suave.
Cerraremos la comida con un Té kukicha (libre de teína) o con una infusión digestiva, si se aproxima más a sus costumbres; eso sí, siempre sin azúcar ni edulcorantes químicos. Este ensayo servirá para ir andando los primeros pasos hacia un resultado exitoso. Feliz Macro-biótica y Buen provecho.