cuidar la piel del sol

Cuidar la piel del sol

¿Y si os dijera que tengo la solución ideal para protegerme frente a los factores externos? Es algo que me defiende contra las agresiones microbianas. De la misma manera me aísla de la contaminación ambiental. Al mismo tiempo me ayuda a que las radiaciones (solares, iónicas…) no me hagan daño. ¿Y si os dijera que a la vez actúa como un excelente termostato que me permite mantener constante mi temperatura corporal? Si tengo exceso de calor, lo disipa. Si tengo frío, pone en marcha mecanismos para ahorrar calor. ¿Y si os dijera que también es uno de los mejores inventos para que mi sistema inmunitario esté en forma? Contacta con los antígenos para que mis células de defensa (linfocitos) mantengan a raya a los invasores.

¿Y si os dijera que además es un excelente agente metabólico mediante la activación de determinadas vitaminas (vitamina D)? ¿Y si además me ayudara a realizar una mejor síntesis hormonal? ¿Y si, sumado a todo esto, fuese un potenciador de mis sensaciones? Algo que me permite sentir mejor a mis seres queridos, la suavidad de sus pieles, el calor de sus mejillas, el sabor de sus besos. ¿A que sería ideal tener algo así? ¡Pues lo tenemos! Todos y cada uno de nosotros venimos dotados de un recubrimiento maravilloso, fascinante: la piel. La piel es un órgano de unos 2 m2 de superficie y de 5 kg de peso en el adulto. Ya hemos repasado las funciones que tiene para los seres humanos: protectora, termorreguladora, inmunológica, hormonal y relacional. Esta última función es especialmente atractiva.

Todo el mundo da muchísima importancia al sistema nervioso central, ya que es en él dónde reside nuestra capacidad de pensar, de reconocernos a nosotros mismos y a los que nos rodean, de comunicarnos… Bien, pues cuando somos embriones, nuestra piel se origina en el ectodermo, es decir, en el mismo sitio que nuestro cerebro. Este dato es realmente revelador: que el órgano que tiene el mismo origen que nuestro superpotente cerebro sea la piel nos da una idea de la importancia que ésta tiene. No en vano la piel es uno de los órganos de mayor trascendencia desde un punto de vista relacional: me permite sentir y ser sentido, besar y ser besado… en definitiva amar y ser amado. Con esto quiero llevar a la reflexión de que es un órgano que va más allá que lo puramente sensitivo. Nos conecta con nuestro plano emocional.

 

Cuidar la piel del sol

La piel nace con el cerebro y nos conecta con el corazón. Nos sobran motivos para cuidar la piel del sol. Una de esas maravillosas paradojas que tiene la naturaleza hace que el astro rey, que genera la energía necesaria para que se dé la vida, sea a la vez un peligroso aliado. Hay que saber disfrutar de él sin excesos de confianza. Esto suele ser común a las grandes fuerzas del mundo natural: los mares, las montañas… Con respecto a la piel, de la misma manera que una exposición solar moderada y progresiva es saludable, una exposición aguda y descontrolada puede ser mortal. Mortal en el sentido literal de la palabra. Por eso es fundamental cuidar la piel del sol. A continuación, un breve repaso al sol y a la radiación:

 

El sol emite diferentes tipos de radiaciones que se clasifican según su longitud de onda; el espectro solar que llega a la superficie de la Tierra esta formado por tres tipos de radiaciones ultravioleta:

Radiación UVA: penetra más profundamente en la piel llegando a la dermis, provoca un bronceado directo e inmediato pero poco duradero. Es responsable del fotoenvejecimiento, la fotosensibilización y la aparición del cáncer de piel, al provocar daños importantes en el colágeno y elastina de la piel.

Radiación UVB: su poder de penetración es intermedio, ya que no llega a las capas profundas de la piel. Es responsable del enrojecimiento de la piel y de las quemaduras solares, y quién nos pone moreno al formar melanina a partir del aminoácido tirosina. También, origina la disminución de las células Lagerhans de la piel disminuyendo la acción defensiva de la misma.

Radiación UVC: produce quemaduras con mayor facilidad aunque, en general, es absorbida por la capa de ozono atmosférica. En la actualidad, con la disminución del espesor de esta capa se permite la llegada de un mayor porcentaje de los rayos UVC.

 

Es cierto que la piel tiene sus propios mecanismos de defensa frente a la agresión solar. Al igual que los filtros solares de los fotoprotectores, la piel tiene mecanismos físicos (pelo, queratina…) y químicos (melanina, hemoglobina…). Además este tipo de protección corporal se asocia con la protección que nos reporta la atmósfera (capa de ozono, nubes…). Es debido al desequilibrio que se ha producido durante las últimas décadas, a causa de la agresión humana contra el medio ambiente, por lo que cada vez el sol es más nocivo. Precisamente para corregir ese desequilibrio que nosotros mismos hemos generado, es por lo que introducimos “algo” que corrija lo que previamente nos hemos encargado de estropear. Así aparecen los protectores solares para protegernos de un sol, originalmente inofensivo, a los cuales cargamos de parabenes y otras sustancias químicas que, a corto plazo, hacen su función, pero… ¿qué ocurre a medio y largo
plazo?

Afortunadamente están surgiendo una gama de nuevos fotoprotectores. Son los fotoprotectores biológicos. Estos son una serie de compuestos que incluyen  sustancias naturales capaces de optimizar nuestras defensas corporales frente a la radiación solar. Son compuestos que entre sus ingredientes figuran sustancias tan importantes como el aceite de argán. El aceite de argán es el recurso natural que utiliza el pueblo bere bere para protegerse frente al sol. De la misma manera todo el mundo conoce los beneficios que el aloe vera ejerce a nivel cutáneo. Lo mismo ocurre con el aceite de rosa mosqueta, el aceite de sésamo…

Lógicamente todos estos productos van desprovistos de sustancias tóxicas como los parabenes, PPG, PEG… Hemos compartido al principio del artículo las importantísimas funciones que residen en nuestra piel. Hemos concluido juntos lo próxima que está al cerebro y al corazón. Sabemos que es lo que nos “conecta” físicamente con nuestros seres queridos. Por todo esto se merece que la trates como se merece. Cuidar la piel del sol, protejerla frente a las agresiones, repararla… Cuídala como ella te cuida a ti. Tenemos el compromiso con nuestra piel de ser críticos con las sustancias que ponemos sobre ella. No contamines tu piel. Usa productos que la mimen. Tu piel te lo agradecerá.

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