Las tensiones psicológicas respecto a “hacer” (hacer frente a), “relacionarnos” (pertenecer a) y “ser” (sentirnos seguros) se manifiestan en el cuerpo como tensión física y una de las principales áreas de tensión física es la musculatura abdominal. La tensión en esta área puede ser vista como una manifestación de la percepción psicológica de algún tipo de amenaza a nuestra existencia con pensamientos como “¿qué ocurriría si pierdo el puesto de trabajo?” o “¿y si no puedo pagar la hipoteca?” o “nunca tendré suficiente para sentirme seguro” o “no me siento seguro”. Es decir, aspectos que giran entorno a nuestro ser: alimento, salud, hogar, dinero, seguridad, etc.
La tensión psicológica queda almacenada en el cuerpo como tensión física que tiene un fuerte impacto en la digestión, interfiriendo en la acción peristáltica normal de los músculos que rodean el intestino grueso y delgado. La cavidad abdominal está separada de la cavidad torácica por el DIAFRAGMA, un músculo que se asemeja a un paracaídas desplegado sobre el que se “apoyan” los pulmones y el corazón y por debajo de él se alojan el hígado y el estomago.
Respiración y digestión
La RESPIRACIÓN es el aliento de la vida, y es el diafragma el auténtico motor respiratorio. Por eso, la forma en que respiramos y la acción del diafragma son determinantes para nuestros procesos digestivos. La RESPIRACIÓN es una herramienta muy poderosa y nos puede ayudar a prevenir el reflujo, las hernias de hiato, la hinchazón, los espamos intestinales y a controlar el tránsito intestinal. Si respiramos correctamente, con la inspiración (entrada de aire), el diafragma se aplana y desciende. Esto, a su vez, promueve el movimiento del contenido estomacal hacia su destino y previene el retorno y la regulación del ácido y el reflujo hacia el esófago.
En la exhalación (salida del aire) el diafragma se abre como un paracaídas, baja la presión en la cavidad abdominal y los músculos que sujetan la caja torácica se relajan. Me gustaría que observases ahora mismo tu RESPIRACIÓN. ¿Notas como el pecho sube y baja de forma suave? Fíjate en tu zona abdominal, ¿se mueve? o ¿está “dormida y relajada”? Lo más probable es que no participe en el proceso de la respiración. En algunas situaciones, la respiración cambia, se acelera, por ejemplo cuando hacemos ejercicio físico, cuando estamos alterados por el estrés, con un resfriado o a causa de la pasión y la excitación. En esos momentos, los movimientos respiratorios son más frecuentes, más superficiales y visibles porque involucramos un montón de músculos en el proceso (todo el pecho, los brazos, el cuello), pero en esta respiración torácica la tripa tampoco se mueve mucho.
Normalmente, la respiración es automática e involuntaria y no necesita de nuestro control mental, pero si ponemos plena atención en el gesto respiratorio podemos modificar la forma de respirar. A continuación te voy a explicar un ejercicio para conseguir una respiración plena, más abdominal o diafragmática. Con este tipo de respiración involucramos en los movimientos respiratorios al diafragma y a la pared abdominal, el pecho apenas se mueve y la tripa es mucho más participativa. Tu postura debe ser relajada, pero mantén la espalda recta. Desabróchate el cinturón o cualquier prenda que sientas ajustada.
Cierra los ojos y concéntrate en la respiración, siente el aire que inhalas y el aire que exhalas, durante las cuatro o cinco respiraciones no hagas ningún cambio, solo obsérvalas. Toma aire lentamente por la nariz y llévalo a la zona del ombligo, percibe la bajada del diafragma, como empuja de forma suave contra las vísceras y como la pared abdominal cede. Ahora el pecho y los hombros no deben moverse. Sigue inhalando y siente cómo el aire va penetrando en la parte media y finalmente en la parte alta de los pulmones, hasta que el pecho se expanda.
Retén el aire unos instantes, sin forzar, sin tensarte y déjalo salir lentamente por la boca, con la mandíbula relajada, sin soplar. Permite que se desinfle primero la parte alta del los pulmones, después la parte media y finalmente el ombligo, el estómago. Si pones una mano en la zona del ombligo y la otra en el pecho, serás más consciente de lo que está pasando en tu cuerpo durante la respiración. Al inspirar, la mano del pecho no debe moverse hasta que la tripa se haya llenado de aire, al exhalar, baja primero la mano del pecho y después la del estómago.
Cuando el aire entra en los pulmones, imagina que es una energía luminosa, sanadora, siente el recorrido que hace y cuando sale, siente como se lleva consigo toda la tensión. Repite el ejercicio entre cinco y diez veces y por lo menos dos veces al día. Cuando sientas que lo puedes hacer de una manera fluida y fácil, hazlo con los ojos abiertos en cualquier lugar en el que te encuentres. Recuerda que este tipo de respiración es la de los bebés, todos hemos respirado así en nuestros primeros años de vida, ¡Recupérala!
En Australia han hecho un estudio con los empleados de una empresa informática. Pidieron a los trabajadores que realizasen una pausa de dos minutos cada tres horas de trabajo, durante esos dos minutos tenían que realizar ejercicios de respiración diafragmática y de relajación, ¡sin levantarse del sitio! El resultado fue una mejoría del bienestar, la energía, el ánimo y el nivel de productividad intelectual. De hecho, en la prensa de este país, aparecen anuncios que recuerdan la necesidad de resetear la energía y hacer pausas para respirar bien.
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