Entramos en un momento de la historia en que el abuso de los recursos nos está demostrando que estos tienen un fin. No podemos seguir con un modelo de consumo en el que no paramos de extraer recursos limitados para, una vez utilizados, tirarlos a la basura. La presión demográfica, la escasez de agua y la proliferación de desechos nocivos, entre otras causas, deben hacernos replantear nuestro modelo productivo y energético.
Los primeros pasos de esta nueva forma de ver el proceso de consumo los llevó a cabo la experta navegante Ellen MacArthur, cuyos viajes alrededor del mundo con escasos recursos le hicieron ver la importancia de la reutilización de los elementos que llevaba a bordo. Tras su experiencia de dar la vuelta al mundo con un pequeño velero creó la Fundación Ellen MacArthur con el objetivo de incitar a repensar, rediseñar y construir un futuro positivo. Su base ideológica se basa en el “pensamiento sistémico”. Entender las cosas sistémicamente significa literalmente ponerlas en un contexto para definir la naturaleza de sus relaciones. La principal idea es la de utilizar los recursos sin agotarlos y fabricar los productos de tal manera que se puedan reciclar. Esta idea crea los cimientos de lo que se denomina economía circular.
La economía circular reinventa el sistema productivo actual, en el que se extraen los recursos naturales para elaborar productos que luego se tiran. No podemos seguir con un sistema de producción y consumo lineal en un planeta con recursos limitados. Para evitar esta limitación se plantea una perspectiva sistémica basada en la observación de la propia naturaleza; la naturaleza no genera residuos, todo se reutiliza, se digiere, se convierte en abono. Este es el modelo que debemos seguir en nuestra economía, donde los productos manufacturados se deban diseñar y elaborar con la menor cantidad de energía posible y con recursos que previamente se hayan reincorporado al proceso de producción.
Los defensores de la economía circular no desean que esta idea se vea como un movimiento ecológico, sino como una nueva forma de pensar que, además, sea bien recibida por las nuevas generaciones, verdaderos herederos de este mundo que les pertenecerá.
Aunque suene utópico, debemos luchar por un mundo donde los residuos no existieran, como en la propia naturaleza. Los componentes de un producto, una vez utilizados y desechados, deberían servir para fabricar o crear otros. Todo se debería reconvertir, reciclar, reutilizar, ya sea para un mismo fin o para fines distintos al inicial, de forma infinita y no peligrosa. Se debe impulsar el uso de las energías renovables. El sol, el viento, la fuerza de los mares y ríos, son fuentes inagotables de energía que la propia naturaleza nos regala. El entorno social y el medioambiental deben encajar como piezas de un engranaje perfecto, donde el círculo productivo y de consumo formen una cadena sin fin.
Para evitar competencias empresariales relacionadas con los productos de consumo, resulta esencial que los precios describan la realidad de estos. Los ciclos de desarrollo suponen unos gastos que el usuario debe asumir. Si el usuario asume unos precios que se corresponden con los productos, estos tendrán la calidad suficiente para poder entrar a formar parte del sistema de reutilización. Si un producto se fabrica con material de baja calidad, sus componentes difícilmente volverán a poderse reutilizar. De esta forma los fabricantes se convertirían en vendedores de bienes duraderos, satisfacción y rendimiento, no meramente de productos por el hecho de vender sin más.
Una de las ideas de la economía circular es la de utilizar cualquier tipo de electrodomésticos bajo demanda, pagando por el servicio prestado o por el uso que se les dé. Se pretende huir del compro-uso-tiro, al contrato uso-devuelvo. A este modelo de consumo se le denomina “de la cuna a la cuna”, ya que los artículos se utilizan, se reparan, se reutilizan y se “refabrican”. Mediante el reciclaje se intenta reducir el impacto medioambiental del actual modelo de producción, pero falta conseguir que la sociedad se implique en el consumo de recursos ilimitados o renovables. Debemos tratar de extraer menos materia prima y a su vez tirar menos residuos. El suministro y reserva de recursos naturales amenaza con terminarse antes de lo que estiman las previsiones más pesimistas. En un mundo cada vez más consumista empieza a haber un antes y un después que debería ponernos en alerta.
Expertos de todo el mundo ya alertan sobre el creciente desabastecimiento y carencia de recursos naturales en la cadena de suministro. Empresarios y directivos, afortunadamente, empiezan a involucrarse en este aspecto que no sólo es bueno para la empresa sino para el comprador, y mucho más para el medio ambiente. Se puede considerar que estamos ante el futuro de la revolución industrial, donde un artículo no se limita a un único uso, sino que puede ser reutilizado en multitud de ocasiones.
Los últimos 150 años de revolución industrial han estado dominados por un modelo lineal de producción y consumo, manteniendo una sola dirección. Este modelo lineal se está convirtiendo poco a poco, y con la ayuda de toda la sociedad, en un modelo circular en el que la tasa de durabilidad y reutilización de los productos debería alcanzar el mayor porcentaje posible. Las modernas formas de consumo circulares y regenerativas representan una alternativa prometedora que afortunadamente está ganando terreno en muchos países. Numerosas empresas ya están apostando por campañas de marketing dirigidas hacia la funcionalidad circular. Es el caso de algunas marcas de ruedas, que ahora vende kilómetros, no neumáticos; o empresas de telefonía, que ofrecen conectividad, no un teléfono móvil. Se impone la venta del servicio ante el producto en sí. De esta forma la economía circular se basa en el consumo de malgasto cero, de utilización de productos duraderos que generen residuos a largo plazo y cuyos residuos tengan la calidad suficiente para poder ser reutilizados.
Reconocidas marcas de automóviles empiezan a considerar la remanufacturación de los motores, transmisiones, bombas de inyección y otros componentes para la reventa. Estas marcas comprometidas con el medioambiente logran utilizar un 80% menos de energía y casi el 90% menos de agua, además de generar un 70% menos de residuos de aceite y detergente.
Lo mejor de todo es que este tipo de gestión consigue mayores márgenes operativos para la empresa. Este tipo de gestión puede llevarse a cabo gracias al rediseño de ciertos componentes para hacerlos más fáciles de desmontar y utilizar de nuevo, así como en la conversión de los materiales y componentes ya utilizados de los vehículos para un nuevo uso. Todo ello, unido a la colaboración con empresas de reciclaje de acero y de gestión, consigue unas mejoras económicas para la propia empresa que repercuten en el propio cliente.
Marcas de reconocido prestigio en el mundo de la impresión gráfica fabrican ya fotocopiadoras e impresoras que maximizan la reutilización de los productos y componentes, al tiempo que minimizan el uso de materiales vírgenes. Los productos y recambios provenientes de la recuperación del material original representan hasta el 20% de las ventas de muchas empresas del sector. Además este tipo de gestión representa unos márgenes de beneficios más altos, sin mermar la calidad de los productos vendidos. Aunque estamos en el buen camino, todavía son muchas las organizaciones reticentes a implantar el sistema de economía circular en sus procesos productivos y prefieren seguir malgastando recursos por motivos económicos relacionados con el retorno de la inversión. La gran barrera contra una economía circular es la enorme dificultad de romper hábitos arraigados.
La economía circular no solo permite optimizar los recursos y materias primas, sino que supone un cambio de paradigma en las relaciones entre proveedores y empresas desde el comienzo del proceso productivo. Este tipo de economía supone un trabajo conjunto entre organizaciones, productores, comunidades locales y autoridades gubernamentales, que deben involucrarse de manera conjunta en el reciclaje de esas materias primas. Las organizaciones no gubernamentales y sin fines de lucro también jugarán, por tanto, un rol de primer orden en el cambio del ciclo productivo.
En el mundo hay muchos proyectos inmersos de lleno en un proceso de economía circular, así tenemos empresas de muebles que reutilizan y reparan hasta 40.000 toneladas de piezas al año. Existen iniciativas consistentes en reuniones de empresas para colaborar y compartir recursos. Según la Fundación Ellen MacArthur, si la economía circular se aplicara solamente al sector de manufactura se ahorrarían unos 625.000 millones de euros y se crearían decenas de miles de puestos de trabajo. El mensaje ha calado ya en las más altas instancias de la economía, y hasta la Comisión Europea se desmarcó hace dos años con el “Manifiesto para una Europa Eficiente de Recursos”. Resumiendo, la idea que alimenta la economía circular es, al fin y al cabo, la de reproducir la dinámica de la naturaleza, donde no existe el concepto de residuo. Los componentes de los productos se dividen en dos grupos: biológicos y técnicos.
Los primeros son “biodegradables” y se pueden reintroducir en la naturaleza cuando su uso ya no sea rentable. Los nutrientes técnicos, en cambio, se diseñan para ser reutilizados una y otra vez, de modo que puedan ensamblarse y desmontarse fácilmente, y contribuir de paso al ahorro de recursos y de energía. Afortunadamente las empresas ya se están dando cuenta de que reusar y compartir recursos tiene también sentido desde un punto de vista económico.