Una consideración muy común y ampliamente aceptada describe el desayuno como la comida más importante del día. Dichos diversos de la tradición popular rezan consignas referentes a la alimentación; entre ellos, uno de los más mentados recomienda “desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo” otorgando, así, un lugar de honor a esta primera ingesta del día.
La palabra que da nombre a la comida de inicio de jornada, en sí misma, es muy explícita. El desayuno significa precisamente eso: dejar de ayunar. Tras la cena y el necesario y merecido descanso nocturno, el organismo se encuentra en un estado de ayuno, sin comer e incluso sin beber, de hasta diez o doce horas. En esta situación invertimos diariamente un tiempo preciado, que lejos de ser estéril, permite gestionar múltiples funciones aparcadas durante el periodo de vigilia.
Durante el día, la relación con el medio marca la pauta y las exigencias del individuo, de su cuerpo y de su mente. Durante dieciséis horas de cada veinticuatro, todas las funciones orgánicas van encaminadas a conseguir este objetivo prioritario y multifactorial.
Dicha relación con el medio incluye, por un lado, el intercambio de sustancias a través del digestivo (comer, beber, digerir, transformar, absorber, evacuar). Por otro lado, es el momento de captar e incorporar las informaciones recibidas del entorno; a través de ellas podemos situarnos en contexto a cada instante; reconocer el terreno en que nos debemos mover y sus condiciones cambiantes. Para ello, entran en acción los sentidos recibiendo imágenes, sonidos, olores, tacto y contacto, sabores… Simultáneamente, nuestro cerebro consciente se ha de mantener activo y vigilante para responder a esta tormenta de estímulos del modo más adecuado elaborando sin tregua estrategias de supervivencia, de desarrollo y de evolución (contrastar, memorizar, seleccionar, elegir, prever, aprender, concluir).
Cerrando el ciclo, entra en juego el héroe de acción: el aparato locomotor; los músculos distribuidos por toda la economía serán los encargados de ejecutar las órdenes enviadas por el ordenador central y de devolver la respuesta necesaria en forma de movimiento, desplazamiento, palabras, gestos… En la vigilia, los grandes sistemas, nervioso, endocrino, cardio-circulatorio, respiratorio, osteo-articular y locomotor han de mantenerse a pleno rendimiento dispuestos para la acción coordinada y eficaz que puede ser exigida en cualquier momento y en cualquier intensidad. Todo el conjunto está dedicado a asegurar el desarrollo pleno y eficiente de sus funciones en relación con el medio en que habita. Sin duda, la actividad cotidiana sumada a este constante estar en la parrilla de salida, supone un desgaste que requiere de periodos de recuperación, sin los cuales el organismo deprime sus funciones, enferma y en último extremo, muere.
Por ello, el descanso regular y suficiente es imprescindible para mantener un buen estado de salud. Para esto ponemos en marcha cada noche el mecanismo del sueño que requiere, para ser eficaz, dejar de lado las exigencias del intercambio con el exterior, con el fin de centrarse en las necesidades del propio cuerpo. Acallar las actividades digestiva, sensorial, mental y muscular para focalizar la atención en mantener las constantes vitales, limpiar el territorio y compensar los desperfectos propios del trabajo a destajo. Y tras este imprescindible periodo de puesta a punto en el que varias brigadas de mantenimiento y restauración entran en escena con la intención de sanear cada rincón, llega el cotidiano momento del desayuno. Es el momento de elegir qué haré con ese cuerpo rehabilitado que recibo.
Son infinitas las opciones; pero aquí, tendré en cuenta sólo aquellas encaminadas directamente hacia la Salud, por lo que las recomendaciones de la Macrobiótica serán las protagonistas destacadas a la hora de definir un desayuno saludable.
¿Qué hemos de pedirle a un desayuno saludable? ¿Qué requisitos esenciales debe cumplir?
Un desayuno saludable estará, de entrada, libre de sustancias excitantes o irritantes que dañan las mucosas y de aditivos químicos nocivos para la salud. Es prioritario también, que sea nutritivo, que contenga alimentos ricos en principios inmediatos, minerales, vitaminas, etc. de alta asimilación. Ha de ser fácilmente gestionable evitando digestiones pesadas que entorpecerían la actividad física y mental.
Un desayuno saludable, ineludiblemente, será respetuoso con los niveles de glucosa en sangre, asegurando valores constantes durante largos periodos de tiempo, evitando así los clásicos bajones de energía. Con estas premisas, seleccionaremos, a continuación algunas fórmulas que resultan realmente eficaces. Una forma magnífica de estrenar el día es con un caldito o una sopa de Miso. El Miso es un producto con un marcado efecto medicinal por su contenido en enzimas proteolíticas, glucolíticas y lipolíticas así como por su acción antioxidante y alcalinizante; prepara el terreno para una buena función digestiva. En principio puede resultar un poco sorprendente comenzar con un caldo salado, pero en pocos días el reto estará superado y los beneficios se dejarán notar.
Como elemento central, una crema elaborada con arroz integral o con otros cereales en grano entero (mijo, cebada, trigo sarraceno, quinoa…) supone una magnífica alternativa para cualquier persona. Estará especialmente indicada para quienes tengan digestiones difíciles y/o molestias estomacales o intestinales, así como en casos de falta de energía, debilidad, cansancio, enfermedad o convalecencia. Para elaborarla simplemente se cocerá el arroz integral en la olla de presión durante dos horas con seis veces su volumen en agua y un poco de sal marina; se puede cocinar para dos o tres días y calentarla al momento de comerla. Una vez servida, unas semillas de sésamo, girasol o calabaza o el gomasio pueden servir como aderezo crujiente y nutritivo.
Cualquier cereal integral en grano entero (con ello quiero decir sin elaboración previa y con capacidad de germinar si se siembra) puede ser la base de un buen desayuno. A partir de él diseñaremos el plato en función de las características y las necesidades de la persona en concreto. Si está acostumbrada a tomar lácteos y le cuesta dejar este hábito, se puede preparar un buen tazón de arroz integral cocido y calentarlo unos minutos junto con bebida de arroz (que encontrará en el comercio en brick, lista para abrir y utilizar) y condimentado con canela al gusto. Si necesita un aporte más hidratado, introducir verduras ligeramente hervidas o al vapor será un acierto. Es una fórmula recomendable, por ejemplo, para muchas mujeres una vez superados los cuarenta.
Si lo tiene que transportar, podrá elaborar bolas de arroz prensado con semillas de sésamo o pastelitos a base de mijo y almendra. Si ya se ha introducido en la alimentación macrobiótica, conocerá miles de formas de preparar los cereales integrales que le servirán para confeccionar un estupendo desayuno saludable y nutritivo, consistente y ligero al mismo tiempo. Las bebidas a utilizar deberán estar libres de excitantes; recomiendo los tés kukicha, bancha o mu, té de arroz o de cebada, incluso el roibos o alguna infusión natural pueden ser un buen acompañante.
En épocas o climas calurosos y en personas con energía muy concentrada, se puede recurrir a los licuados de verduras elaborados a base de zanahoria, nabo, berza/col, apio, rábano, etc. La adición de fruta y más aún de zumos, aportaría una energía fría y dispersante que puede poner en riesgo el equilibrio del conjunto. Si se emplean, es recomendable recurrir a frutas de clima templado como la manzana. Por lo general, el uso reiterado de frutas crudas y zumos en el inicio del día lleva a medio plazo a situaciones de debilidad. Se desaconseja el uso regular de frutas cítricas o tropicales que portan una energía muy extrema, enfriadora y causante de descompensación.
Por supuesto, no todas las personas se encuentran en igual situación y puede haber diferencias importantes entre unas y otras. Para quienes este planteamiento resulte totalmente novedoso, propongo un proceso de cambios leves y progresivos. Si, por ejemplo, tu desayuno habitual consiste en café con leche y tostadas con mantequilla, la estrategia puede ser otra. Podrás recurrir a las bebidas de cereal como las leches de arroz o de avena y sustituir el café por un café de cereales elaborado con cebada sola o asociada a achicoria, trigo… que han sido tostados y molidos como si de café se tratara, dando como resultado una bebida agradable y de buena calidad. Este pseudo-café con leche puede ser un buen soporte para empezar a hacer cambios de manera relajada.
Evita los panes de molde y busca un buen pan integral elaborado con levadura madre, si es posible; mánchalo con unas gotas de un aceite virgen extra de calidad o con un poco de mermelada ecológica que no contenga azúcar/fructosa y ya tienes tu desayuno encaminado a favor de tu salud. Prueba y observa. A partir de ahí podrás ir introduciendo otras variantes, si lo deseas. La posibilidad de opciones y combinaciones para preparar un desayuno saludable es interminable y variopinta; sin embargo el horizonte es común: Desayuna, cada día, para tu SALUD. Para quienes están acostumbrados a los lácteos, el arroz integral cocido con una bebida vegetal de arroz y aromatizado con canela es una alternativa deliciosa como elemento central del desayuno.