En los últimos años, se han incrementado de manera notable los casos de alergias e intolerancias alimentarias a nivel mundial, y en mayor medida en la población infantil. Aunque tanto las intolerancias como las alergias conllevan un rechazo del cuerpo a ciertos alimentos, no se deben confundir los términos. Mientras en la intolerancia alimentaria se produce una reacción adversa del propio metabolismo o sistema digestivo ante la ingestión de un alimento o componente de un alimento, la alergia alimentaria implica una reacción inmunológica ante algunas de las proteínas de los alimentos (alérgenos). En este artículo, nos centraremos, en la intolerancia a la lactosa, que junto con la enfermedad celíaca es una de las intolerancias alimentarias principales.
Intolerancia a la lactosa
La intolerancia a la lactosa es una afección de la mucosa intestinal que imposibilita la correcta digestión del azúcar natural de la leche, la lactosa. Esto es debido a una disminución o ausencia de lactasa, que es la enzima encargada de transformar la lactosa en unidades más pequeñas (glucosa y galactosa). Si la lactosa no es transformada en los dos azúcares simples y llega entera al intestino, el organismo no es capaz de absorberla ni asimilarla y esto provoca gases, malestar, diarrea y problemas intestinales, como dolor abdominal e inflamación. Estos síntomas suelen aparecer desde los 15 minutos hasta las 2 horas después de haber ingerido alimentos que contengan lactosa y desaparecen entre 3 y 6 horas más tarde.
Dicha afección puede deberse a una agresión a la mucosa intestinal por un virus, bacterias, antibióticos o diarreas infecciosas entre otras, en cuyo caso se trata de una intolerancia transitoria y recuperable, o a la falta de lactasa desde el nacimiento, intolerancia permanente. En este último caso, parece ser que existe relación causa-efecto con el hábito de tomar leche. De hecho, aquellos pueblos que se han alimentado generación tras generación de la leche de los animales, presentan menos casos de este tipo de intolerancia que otros pueblos no acostumbrados a su consumo.
Recomendaciones y pautas dietéticas
Para evitar los síntomas anteriormente indicados en personas que sufren intolerancia a la lactosa, se debe suprimir la lactosa de la alimentación, siempre evitando las deficiencias de calcio y otros nutrientes que puede provocar la supresión de lácteos, derivados lácteos y otros alimentos que contienen este azúcar. Para ello, es recomendable el asesoramiento por parte de un dietista-nutricionista, que hará que la alimentación de estas personas sea personalizada, equilibrada y saludable.
De manera genérica, el tratamiento consiste en las siguientes pautas: Suprimir la lactosa en la dieta, y por tanto, evitar el consumo de leche y sus derivados (quesos, cremas, helados de leche, etc.) El yogurt tiene un 30% menos de lactosa que la leche, por lo que puede tolerarse mejor que ésta. Por su parte, el queso curado no posee casi lactosa o muy poca cantidad. Hay que tener en cuenta que muchos alimentos y medicamentos que normalmente no contienen lácteos se les han agregado lactosa. Por ello, es muy importante leer las etiquetas de los productos.
La lactosa se puede encontrar en alimentos preparados en forma de suero, sólidos o fermentos lácticos, proteínas lácticas, caseinato o lactoglobulinas. Sin embargo, el lactato, el ácido láctico y la lactoalbúmina, presentes en muchos productos empaquetados o en conserva, no contienen lactosa.
Conocer el grado de intolerancia a la lactosa
Existe cierta variabilidad en cuanto a la magnitud del déficit de lactasa y a la intensidad de los síntomas entre una persona y otra. Por tanto, es recomendable definir el grado de intolerancia o tolerancia, y ajustar así el tipo y cantidad de lácteos que cada persona puede consumir. Se puede comenzar con una restricción estricta de la lactosa e ir aumentando hasta llegar al nivel de tolerancia que nos corresponda. Cuando la deficiencia de lactasa es parcial, se pueden tomar pequeñas cantidades de leche (por ejemplo, una taza de leche) sin que se produzcan trastornos. Incluso una cantidad de leche no tolerada, repartida en dos o más tomas al día, puede en algunos casos no provocar intolerancia.
En cualquier caso, la lactosa se tolera de mejor manera, si se toma acompañada de otros alimentos. Sustituir los lácteos con lactosa para mantener un adecuado consumo de nutrientes. Hoy en día, existen en el mercado una variedad de productos lácteos a los que se les ha eliminado o hidrolizado parcialmente la lactosa. Estos productos pueden ser “bajos en lactosa” o “sin lactosa”.
Regular el consumo de calcio y vitamina D, para evitar una deficiencia en estos nutrientes. Para ello, se deben ingerir alimentos alternativos a la leche y sus derivados que sean fuente de calcio, como son:
. Leche baja en lactosa
. Leche de soja
. Col, espinacas, brócoli, perejil
. Quesos fermentados y curados
. Frutos secos
. Legumbres
. Pescados que se consumen con espina (sardinas, boquerones…)
. Berberechos y boquerones
. Algas marinas
Además, es importante un adecuado consumo de alimentos ricos en vitamina D, vitamina que ayuda a la absorción de calcio. Algunos alimentos ricos en esta vitamina son:
. Huevos
. Pescados
. Hígado de bacalao
En algunos casos en los que no hay adecuado consumo de calcio y vitamina D, puede ser adecuado el uso de suplementos. Usar un sustituto de la enzima, que en algunos países se comercializan en forma de cápsulas o de líquido. De esta manera, es posible el consumo esporádico de productos lácteos.
Alimentos permitidos y perjudiciales:
Dentro de los alimentos permitidos, por no contener lactosa, se encuentran:
. Leches especiales: leche sin lactosa, leche de soja o leche tratada con lactasa
. Productos derivados de la leche de soja como el tofu y los postres
. Todas las frutas, verduras y zumos naturales
. Legumbres
. Cereales (pasta, arroz, maíz, pan fresco…) y tubérculos
. Carnes, pescados y huevos
. Alimentos dulces (mermeladas, jarabes, azúcar)
. Aceites y grasas vegetales
. Agua, zumos naturales e infusiones
. Caldos
. Especias
Por otra parte, cabe destacar los alimentos permitidos, siempre dependiendo de la tolerancia de cada uno:
. Leche baja en lactosa, yogurt, quesos curados, queso en porciones o en lonchas, leches fermentadas como el kéfir
. Carnes semigrasas, jamón serrano y fiambres magros
. Café, descafeinado, refrescos, bebidas alcohólicas de baja graduación (cerveza, vino, sidra)
Los alimentos a evitar, por contener lactosa en la mayoría de los casos, son los que se muestran a continuación:
. Leche en polvo, líquida o condensada, ya sea entera, semidesnatada o desnatada
. Postres lácteos (yogurt, flan, mousses…, el yogurt contiene un 30% menos de lactosa que la leche)
. Quesos (los quesos curados contienen pequeñas concentraciones de lactosa)
. Nata, crema pastelera, helados de crema.
. Mantequilla y margarina (si no especifican que son 100% vegetales)
. Productos de charcutería (salchichas comerciales, embutidos, salsas de carne, etc.)
. Purés y sopas comerciales
. Pan de molde
. Batidos
. Chocolate con leche
. Bechamel