En este escenario empezamos nuestra andadura en el año 2007. Una situación difícil para intentar afianzar objetivos a largo plazo, ya que los saharauis entienden esta situación como transitoria; y no quieren implicarse en acciones que, en cierto modo, les podrían llevar a la resignación. Pero la realidad es abrumadora: ya hay una generación entera que ha nacido en los campamentos y hay que intentar cubrir sus necesidades básicas de alimentación y salud.
Con los objetivos principales fijados -enseñar a trabajar y dotar del material necesario para poder trabajar continuadamente- iniciamos este proyecto de cooperación que ya tiene seis años de vida. Nuestra primera expedición fue en el Hospital de la wilaya de Smara. Montamos un taller y una consulta de óptica, con pocos medios y mucho ingenio e imaginación. En tan sólo una semana, los dos ópticos saharauis, titulados en Cuba, fueron formados y, para que aprendieran cómo tenían que hacer las cosas y cómo funcionaban las máquinas, entre ellos y los cooperantes graduamos a más de 300 personas, montamos unas 200 gafas, dejamos un fichero de pacientes organizado y se repartieron 1200 gafas de sol.
El primer paso estaba dado. Los ópticos saharuis entendieron rápidamente que habíamos ido a ayudarles, no a hacerles el trabajo. Es la única manera de garantizar la asistencia continuada, sin depender totalmente de comisiones sanitarias. Como en está ocasión acudieron a Smara muchas personas que vivían en wilayas muy alejadas, decidimos que en la siguiente expedición, montaríamos otra consulta en Auserd (wilaya que no dispone de carretera). En esta ocasión, encontrar en medio del desierto unas instalaciones tan bien surtidas (donaciones de otras ONGs), ordenadas y limpias, fue un gran estímulo para nosotros.
Sin olvidar el gran interés mostrado por aprender, por el óptico saharaui encargado para esta función. Uno de nuestros viajes de 2011, tuvo como lugar de trabajo el Hospital de Smara, para llevar a cabo la fase de valoración del proyecto, después de cuatro años de funcionamiento. La conclusión no pudo ser más plena: ópticos trabajando de forma autónoma, material disponible e instalaciones en perfecto estado, a pesar de las dificultades que se encuentran en el desierto para poder reparar pequeñas averías.
Pero esto no es sólo un proyecto profesional óptico. No habría sido posible llevarlo a cabo, sino hubiéramos contado con la inestimable ayuda de compañeros de muy distintas profesiones. En cooperación, es más importante contar con personas resolutivas, capaces de ingeniar una solución donde cualquiera sólo vemos un manantial de problemas. Personas con excedentes de imaginación, donde el agua es un lujo, almacenada en depósitos, traída desde Argel, con una cuestionable calidad que sólo desmiente la vitalidad que chapotea en su interior. A nivel eléctrico no están mucho mejor, con cableados surrealistas a ras de suelo que se extienden desde el infinito horizonte hasta un cruce de tendidos, que eleva a la categoría de milagro que algo funcione.
En conclusión, montar maquinaria del siglo XXI, con infraestructuras de principios del siglo XX. Y a partir de ahora, retornamos de aquel infinito arenal con las pilas cargadas, para marcarnos nuevos objetivos, sin dejar de lado los ya alcanzados. El principal: la PREVENCIÓN.
El sol y la arena
Dos son los enemigos principales de los ojos saharauis: el sol y la arena. Fíjese lo que cambia el escenario, cuando la playa brilla por su ausencia. La mejor medicina, la protección y la prevención sintetizadas en unas gafas de sol, de cuya importancia hay que persuadir a unas gentes demasiado acostumbradas a que los problemas les nublen la visión. Gentes que tienen en la ceguera uno de sus mayores lastres. Basta visitar la escuela de ciegos para darse cuenta de que estas personas son auténticos marginados sociales: depende del apoyo permanente de un familiar, y nunca abandonarán aquellas tierras porque no hay destino para ellos en los programas de “Vacaciones en Paz”, en los que no encajan los invidentes por su absoluta dependencia.
Causas principales de esta hostil ceguera: úlceras corneales producidas por la arena, pterigiums por excesiva luz solar y cataratas. Por eso impacta la limpia mirada de una niña a la que se ha conseguido frenar su imparable carrera hacia la ceguera. Poblaciones que han hecho de la capacidad de esperar, su auténtico estilo de vida. No hay prisas para ir a ninguna parte. No desesperar a pesar de estar en medio de nada, rodeados por todos los frentes de arena. Incluso su único recurso turístico, al que conducen a sus invitados en uno de los ratos de asueto, es una importante duna.
Pequeñas aportaciones y grandes ilusiones
Pequeños proyectos nacidos de la cooperación internacional que llegan gracias a asociaciones tan humildes y pequeñas como la nuestra. Opticos, sanitarios, profesores, albañiles; profesionales de todas las ramas, que ven en la ayuda a los demás una inversión, donde se encuentran tipos de interés descomunales. Todos con un sentimiento común: intentar una forma de mirar la vida con otros ojos.