Es claramente reconocido desde diferentes ámbitos y teorías la importancia del juego en el desarrollo del niño en general. Aquí pretendo subrayar más concretamente su función en la salud mental del niño y su maduración psíquica.
¿Qué función cumple el juego?. ¿Por qué es importante? El juego permite ir conociendo el mundo externo, irse adueñando de las situaciones dolorosas, poder ir manejando ansiedades, miedos y temores que varían según la edad, el momento evolutivo y las características personales de cada niño, y de igual manera comprender los conflictos propios o de su relación con el entorno. Es a través del juego que el niño repite innumerables veces una situación de forma activa, en un clima donde controla y puede manejar a su voluntad la situación, matar y resucitar, castigar y premiar…
Esta experiencia es muy placentera por la sensación de dominio de la realidad. En ese momento el niño está como ensimismado, como si estuviera en otro mundo, es un mundo intermedio entre la realidad y la fantasía. Fue Freud, en 1920, el primero en describir el mecanismo psicológico de jugar cuando interpretó el juego de un niño de 18 meses, el “juego del carretel”: el bebé tiraba con placer un carretel por la barandilla de su cuna, para recogerlo tirando de un hilo atado a él. Curiosamente el niño mostraba más placer cuando desaparecía que cuando lo recuperaba. Simultáneamente vocalizaba un “oooooo” al arrojar el carrete y un “aaaaaa” al recogerlo, lo que tradujo como “se fue “y “aquí está”.
Freud concluye que el juego constituye una reproducción lúdica completa de la desaparición y reaparición de la madre. El niño hacía aparecer y desaparecer un carretel como una forma de dominar su angustia frente a la ausencia de la madre ya que el carretel volvía cuando él lo deseaba. Juega a asumir que controla la realidad, a la madre, juega entre lo presente y lo ausente, lo que quiere que sea y lo que es. En definitiva, el niño intercambia la pasividad del vivenciar por la actividad de jugar, elabora la angustia de separación.
Observamos que existe relación entre determinados juegos y las ansiedades y conflictos a los que el niño tiene que hacer frente, estos se dejan y pierden sentido cuando el motivo interno desaparece y pueden volver a aparecer ante situaciones regresivas y de igual modo convivir con nuevos juegos para afrontar conflictos y ansiedades más evolucionados. En la medida que va creciendo, surgen nuevos intereses, situaciones de cambio y los juegos se modifican.
Por ejemplo: En los primeros meses son frecuentes juegos de taparse y descubrir los ojos con las sábanas, tirar y recuperar objetos, su función es introducir la idea de que es posible el reencuentro, que la separación no es para siempre.
Al año, dos años, le gustan los juegos con tambores u objetos resistentes que se golpean (como una forma de descargar y elaborar la agresividad comprobando que no destruye), los juegos de trasvasar de un recipiente a otro agua, arena… (desarrolla la noción corporal de un espacio interno que contiene, guarda, expulsa, que facilita la preparación para el control de esfínteres).
Los cuentos infantiles desvelan los temores, deseos, ilusiones y angustias de los niños, son numerosos los que reflejan el miedo a ser rechazados, abandonados, devorados… pero suelen tener un final feliz. Los cuentos contienen una enseñanza para niños y adultos: muestran que es factible encontrar en el mundo un lugar sin miedo. Los niños aprenden en ellos que todo es posible y que la realidad y la fantasía conviven sin confundirse.
Si damos un salto a los siete, ocho años aparecen los juegos de reglas como las cartas, el parchís, los juegos deportivos… son juegos que comparten con otros niños y permiten la elaboración e integración de límites y normas, asimismo la socialización y el superyó. Por último, señalar que hay actividades que parecen juego y no lo son. El juego es una actividad “como si”. Este desaparece si la realidad (interna o externa) se hace demasiado presente. Por ejemplo, si en un juego de policías y ladrones aparece de forma intensa el impulso agresivo inmediatamente deja de ser juego, y muchas veces los mismos niños lo dicen: “no vale, me has hecho daño y no juego”.
Para Winnicot (pediatra y psicoanalista), la capacidad de jugar es la base de la salud psíquica, decía “ el niño que juega es un niño sano”, refiriéndose al juego espontáneo, libre e imaginativo (play), diferente del juego más dirigido o de reglas (game). Siendo el juego tan importante, facilitemos y dejemos tiempo y espacio para jugar.