Quiero tener pareja.
Quiero mejorar las relaciones con mi pareja.
Quiero dar un empujón a mi novi@ para que se decida y se venga (o nos vayamos) a vivir juntos.
En todo esto ¿cómo ayuda el Feng shui? En nada. El Feng shui no ayuda. No sirve como un amuleto. No es magia ni vudú. No es ninguna actividad manipuladora por mucho que los libros –sobre todo los que emplean el sistema americano en sus planteamientos- den la impresión de lo contrario. Un buen Feng Shui no siempre –de hecho casi nunca- viene acompañado de grandes cambios externos.
Este arte busca la armonía. Si ponemos por caso que lo hacemos en una casa quizás hayamos leído en algún libro que el llamado bagua 2 es el de la pareja y por eso decidimos poner ahí el dormitorio de matrimonio. Quizás hubiese que matizar esto antes de pasar a mayores. Cuando hablamos del bagua 2 nos referimos a él como perteneciente al elemento tierra. Este elemento tiene características como la nutrición, la seguridad, la receptividad y la escucha, es acogedora, reforzante, amorosa. Seguramente cualidades todas ellas que quisiéramos en una pareja pero en realidad si vamos más allá esto es lo que buscamos en las interacciones profundas… que no siempre tienen que ver con este tipo de relación.
Este bagua precisamente nos habla de lo que solemos llamar “nuestra gente”, tenga o no un parentesco con nosotros. Es el lugar que reforzamos para ser más auténticos y que de esa manera las relaciones con los demás sean también sin mentiras. Al no llevar máscaras, al no querer dar una imagen para conseguir que nos quieran, al depender sólo de nuestro valor propio nos arriesgamos y ganamos al encontrar gente más afín y que nos da la opción de evolucionar porque no nos desgastamos ni nos anclamos en lo que se espera de nosotros. Si al corregir este bagua rompemos con esquemas antiguos y nos mostramos auténticos los demás sintonizarán o no con nosotros pero lo harán de una forma más libre.
Desde ese punto de vista tal vez encontremos pareja, reavivemos la relación que ya teníamos y que la falsas expectativas, corazas y máscaras estaban ahogando. Pero por esa misma razón tal vez se acabe lo que teníamos pendiente o consigamos “espantar” a aquellos que se acercaban a nuestra máscara pero que no sintonizan realmente con nosotros. Por eso el Feng Shui no trabaja con ese tipo de objetivos sino con el arte de armonizar un lugar para que nutra nuestra esencia no nuestra máscara.
Es un área que además del elemento tierra y los símbolos de sus características que ya hemos mencionado se puede reforzar con la dualidad –característica del sudoeste que es la dirección de brújula que le corresponde, así como el color rosado en todas sus gamas. ¿Cómo la simple colocación de estos símbolos puede hacer que yo cambie? No lo va a hacer. Es al contrario. El cambio que experimenta la persona le lleva a necesitar ciertas variaciones en su entorno porque “ya no encaja”. Pero reconozcamos que para cambiar no basta con quererlo. Ni tan siquiera con saber que estamos haciendo las cosas mal; necesitamos el valor para enfrentarnos a ello y para arriesgarnos a quedarnos sin nada: sin el esquema anterior que aunque malo estoy acomodado y sin la posibilidad de lo nuevo porque no se hacia dónde me dirijo. Y la pregunta maldita: ¿Y si dejan de quererme?
Los actores a menudo se encuentran con fans que se han enamorado de su personaje y les confunden con ellos. El actor ha interpretado un papel y si es listo –y buen actor-no se habrá involucrado demasiado para no alejarse de si mismo y no enredarse en la emocionalidad propia del personaje. Eso mismo es lo que nos ocurre a nosotros sólo que no sabemos cuándo acaba nuestra película y al final nos creemos nuestro personaje… y quienes se nos acercan interactúan con el papel y no con el actor. Ese es el motivo de la frustración y la necesidad de dar el cambio dentro y fuera apoyándonos -si es preciso- en el bagua 2 del Feng Shui.