Hola, amigos. Aquí estamos de nuevo, pero pasad, que no llegáis tarde e incluso aunque lo hicieseis, vosotros nunca molestáis. Puede que hubiéseis podido llegar antes pero tampoco importa, al fin y al cabo no hay que ser perfectos. Quizás este sea el problema de nuestro personaje de hoy: se llama Flor de Bach – Pino y siempre piensa que podría haberlo hecho mejor, que va fallando a cualquiera porque es demasiado perfeccionista y autoexigente.
No importa de qué faceta de su vida estemos hablando: lo mismo da que sea a nivel familiar (en cualquier papel: hij@, madre-padre, prim@, herman@…) que laboral (compañer@, jefe, subordinad@…), amistoso o lo que sea. Y claro, se pasa de rosca: se exige más de lo que puede dar, de lo que es justo, de lo que en realidad le corresponde. Y eso les debilita. Vivir deja de ser una maravillosa, emocionante e ilusionante aventura para pasar a ser un suplicio, un sacrificio… y entienden como sacrificio algo sufriente y desagradable, cuando en realidad es una palabra que tiene su origen en sacro –sagrado- y ficio- hecho, acto- y por lo tanto es un acto sagrado.
Por lo que se equivocan al enfocar las cosas: si bien es cierto que hay que superarse día a día y minuto a minuto no lo debemos hacer a base de suplicios sino de actos sagrados para con nosotros, no para las ideas o convicciones de los demás, hechos con coherencia, serenidad, fluidez, totalidad y conciencia. Y sólo con eso conseguiríamos erradicar los reproches, los menosprecios, sus “posibles” errores. Debido a todo esto Pino se convierte en la eterna disculpa. Lo mismo piden perdón por llamarte por teléfono para felicitarte el cumpleaños después de la hora de comer que por haber nacido provocando dolores a su madre en el parto. El complejo de culpa resultante de sus “fallos” por no ser lo suficientemente buenos les agobia. Si bien es cierto y suelen ser muy solidarios no siempre entienden correctamente esa solidaridad pues en lugar de ayudar al otro a superarse tiene cierta tendencia a asumir sus problemas y por lo tanto los convierte en parásitos.
Debiéramos diferenciarlos de Achicoria en que este lo hace con el fin de que se lo reconozcan y le sigan necesitando mientras que Pino lo hace sin otro interés que la ayuda aunque sea mal enfocada. A veces puede necesitar el perdón de los demás pero tampoco es conveniente que lo reciba pues de esa forma tan solo lograremos fomentar su círculo vicioso. Es mucho mejor enseñarle a aceptar sus errores, a asumirlos, aprender de ellos y olvidarlos porque ni siquiera debe precisar su propio perdón; tan solo aprender de sus posibles errores -que no suelen ser tantos- y tratarse con benevolencia. Los reproches aparte de atraer la negatividad sobre él y agravar los problemas no le sirven de nada. Es mucho más conveniente dar un paso al frente y usar esa experiencia en formar la nueva persona tan maravillosa como cualquier otra (hecho que a veces hay que recordarle). Necesita vivir el presente, prescindir del pasado y mantener la calma interior para admitir que no todo es culpa suya, quizás incluso logremos convencerle de que no es la reencarnación del toro que mató a Manolete.
Tomar este elixir acaba con el victimismo (y por lo tanto indirectamente con los verdugos), con la culpa y el exceso de responsabilidad y perfeccionismo. 4 gotas de Flor de Bach de Pino varias veces al día serán una opción muy válida para este tipo de problemas. Y aquí os dejamos sin ninguna culpa, hasta la próxima.