La simple decisión de levantarte cada mañana te cuesta mucho tiempo, pero ¿cómo no hacerlo? Las tareas cotidianas se amontonan, pero… Son una obligación que no puede esperar. Tu mirada pasea por las paredes, por los muebles, por los objetos de tu casa sin fijarte, sin ver. Te dan ganas de estar todo el día con los ojos cerrados. Te pesan las piernas , los brazos… Hasta hablar te parece casi imposible. ¿Y tus deseos?: lo mas llamativo es su ausencia, aparentemente todo te da lo mismo.
¿Que te pasa? ¿Que tienes? Nada no es nada… No quieres preocupar a nadie y, además, ni siquiera sabes cómo explicarlo. No hay dolor intenso, no hay fiebre, pero el malestar va en aumento. Incluso tu cuerpo comienza a resentirse: opresión en la cabeza o en el pecho, nauseas, mareos y tensiones musculares. Pero lo que mas te preocupa es el desánimo, las pocas ganas de vivir. ¿Le podré decir al medico que sufro de tristeza? -te preguntas-. Porque no quieres que te mande simplemente unas píldoras del tipo que sean, porque tú sabes que ese no es el remedio.
Tu tristeza es tu manera de comunicar algo que tiene que ver con tu vida cotidiana. Es una forma de no manifestar -ni siquiera ante ti misma- ciertos deseos, ciertas necesidades que antes no tenías. Porque como mujer te “debes” a los que te rodean. Y puedes temer que esa nuevas necesidades limiten algunos privilegios que ellos habían disfrutado hasta ahora causándoles daño. Pero piensa que no necesariamente tiene que ser así, que siempre existen varias alternativas para modificar una situación de malestar psíquico.
Si sientes que esa tristeza te esta pesando demasiado, que el tiempo ha ido pasando y la esperanza de que al día siguiente sea distinto es cada vez mas pequeña, es el momento de pensar en ti. Pide ayuda. ¡Te lo mereces!