Lo que normalmente sabemos de la cándida es que es un hongo que se desarrolla en el organismo dando lugar a múltiples enfermedades inflamatorias e infecciosas (en la piel, en la cavidad oral, genitourinarias, etc.). Lo que no sabemos es que la cándida tiene dos formas de presencia en el organismo: una es en forma de hongo, que provoca infecciones locales y es fácil de detectar y la otra es en forma de levadura, que no da síntomas tan evidentes y que pasa desapercibida para los controles médicos convencionales.
Dentro de la familia de los hongos los más frecuentes son el Aspergi-llus, el Mucor Racemosus, la Cándida Geotrychum y la Cándida Albicans cuya presencia en el organismo indica una ruptura de la flora fisiológica y de la simbiosis intestinal, aspectos que están muy relacionados con el uso de antibiótico, tetraciclina, corticoides, antiinflamatorios, anticonceptivos, quimioterapia y radioterapia entre otros. También influyen la presencia de mercurio (amalgamas) y el consumo de dulces.
Es importante saber que la cándida (levadura) en el organismo produce más de 50 sustancias tóxicas entre las que destaca el acetaldehido, sustancia cancerígena especialmente dañina a nivel hepático y del sistema nervioso central. La repercusión de la cándida es de tal envergadura para la salud que además de generar problemas inflamatorios (vasculares, genitourinarios, cutáneos, gastrointestinales, neurológicos, respiratorios, etc.) provoca el deterioro de los sistemas de regulación y reparación humoral y celular llevando al organismo a una situación de bloqueo y cronificación de las enfermedades.
Para hacernos una idea estos son algunos de los síntomas principales de la presencia de cándidas en su forma de levadura:
-CANSANCIO
-INFECCIONES CRÓNICAS
-DOLOR DE CABEZA
-ALERGIAS
-ANSIEDAD
-DISTENSIÓN ABDOMINAL
-DEPRESIÓN
-DIARREAS O ESTREÑIMIENTO
-MALA CONCENTRACIÓN
-PICORES
-DOLORES ARTICULARES
-DESEO DE DULCE
Desde el punto de vista clínico el consejo sería confirmar y descartar la presencia de cándidas en todas las enfermedades crónicas y degenerativas para lo cual se puede recurrir al diagnóstico mediante coprocultivos específicos de levaduras o a la Moraterapia (Medicina Biológica Alemana). El tratamiento de las candidiasis se debe ajustar a cada caso concreto, eliminando las intolerancias alimenticias, activando el drenaje de los emuntorios, estimulando el sistema inmunológico y regenerando la flora fisiológica.
Vaginitis y probióticos
La infección por hongos en la vagina, más conocida por vaginitis, es un problema de salud muy frecuente; casi todas las mujeres la sufren varias veces a lo largo de su vida adulta, y muchas veces de forma repetitiva. El equilibrio de la flora bacteriana propia de nuestro organismo es delicado, especialmente en zonas como la boca o los genitales. Cuando ese equilibrio se altera, lo que puede producirse por varias causas, como un debilitamiento del sistema inmunitario por enfermedad o estrés, o por causas externas como el consumo de antibióticos, se produce un exceso de crecimiento de determinados microorganismos, como la Cándida Albicans, causante de la vaginitis por hongos.
Muchos profesionales de la salud recomiendan el consumo de alimentos o complementos nutricionales con probióticos como método preventivo en caso de sufrir
vaginitis repetitivas. Los probióticos son microorganismos vivos que, usados en forma de suplemento, mejoran el equilibrio microbiano en la vagina. Estos probióticos contienen lactobacilos, que producen ácido láctico para mejorar el pH vaginal equilibrándolo y, por tanto, favoreciendo los mecanismos de defensa naturales de la vagina.
También tienen una aplicación ginecológica; son los llamados probióticos vaginales. Muchos ginecólogos recomiendan su uso en forma de óvulos u cápsulas que se aplican dentro de la vagina una vez finalizado el tratamiento con antifúngicos. La duración del tratamiento es de unos 8 días, y su propósito es recuperar el equilibrio de la flora vaginal para evitar que la vaginitis vuelva a repetirse.
Así mismo resulta muy necesario en estos casos mantener una higiene correcta, con productos que respeten pH de la zona y contribuyan a mantener su equilibrio para que la infección no vuelva a repetirse.