Siempre me ha llamado la atención cuando voy a congresos médicos internacionales relacionados con el tema de la piel, que todos concluyan de una manera muy parecida: se busca un malo malísimo y se le denosta. Y ¿quién ese malvado que tiene asustado a tanta gente a costa de su terrible agresividad contra nuestra piel? Pues el SOL.
Vamos a ver: que un dermatólogo sueco diga que el sol es muy malo, lo puedo llegar a entender. Lo más parecido al sol que ve este buen hombre a lo largo del año es la yema del huevo frito de su desayuno. ¡Pero nosotros no somos suecos! Tenemos un país donde la exposición a los rayos solares es bastante elevada a lo largo
del año (comparativamente con otros países de nuestro entorno). Pero no sólo eso, sino que hemos desarrollado parte de nuestra riqueza en torno al sol. Por lo tanto, si no rompiera una lanza a favor del sol, me sentiría como traicionando mi esencia.
Además, decir que el sol es malo porque puede producir cáncer de piel es como decir que el sexo es malo porque puede provocar enfermedades venéreas. ¡Y yo no creo que el sexo sea nada malo! Siempre y cuando se tomen las precauciones adecuadas. Además hoy en día tenemos un montón de recursos que nos ayudan a prevenir y mejorar los aspectos menos beneficiosos que nos puede aportar el astro rey. Permitidme que le dedique un mínimo espacio al tema de la protección solar. No hay nada nuevo en apuntar que hay que utilizar protectores solares. Pero sí que puede ser algo novedoso comentar que dichos fotoprotectores han de llevar filtros solares FÍSICOS y no químicos.
Los filtros solares es la parte del fotoprotector (de la “crema”) que tiene función impedir el daño solar. Pues bien, los físicos hacen una acción de “pantalla” y reflejan los rayos, mientras que los químicos son absorbidos y provocan modificaciones químicas celulares. Dicho de otro modo, los filtros físicos respetan completamente nuestro organismo desde un punto de vista de toxicidad. Es así como los protectores solares se convierten en la primera línea de actuación frente a los efectos adversos del sol.
Siempre que se pone sobre la mesa el tema del daño solar se termina haciendo referencia a los aspectos más graves del mismo: cáncer de piel. Afortunadamente este tipo de lesiones la sufren muchas menos personas de las que terminan padeciendo afecciones menores como son manchas en la piel (algo que aparece en un elevadísimo porcentaje de la población). Vamos a hablar sobre el tema de las manchas. Este tipo de lesiones aparecen por un aumento en la concentración de melanina.
La melanina es el pigmento que da el color negro a las estructuras de nuestro cuerpo: pelo, ojo, piel… El estímulo más potente para que aumente la concentración de dicho pigmento en nuestra epidermis son los rayos solares. Por esto decíamos antes que la primera medida para evitar la aparición de efectos adversos del sol (manchas en este caso) es una adecuada fotoprotección. Hasta ahora, todo lo comentado es un tanto evidente: todos sabemos que el sol provoca manchas. Pero hay otras situaciones, fisiológicas o patológicas que también pueden producir manchas en nuestra piel. ¡Vamos a verlas!
Entre las situaciones fisiológicas probablemente la más reconocida en cuanto a su capacidad de provocar manchas en nuestra piel es el embarazo. Todos conocemos a alguna embarazada con sus manchas marrones en nariz, pómulos, frente… También el paso de los años va permitiendo la aparición de lesiones sobre la piel anciana. Entre las situaciones patológicas, uno de los casos más destacados es la hiperpigmentación postinflamatoria. Estas lesiones aparecen tras algunos tipos de trauma de la piel (especialmente infecciones como el acné).
También los problemas hepáticos (hemocromatosis), hormonales (enfermedad de Addison), tumores pituitarios… pueden tener repercusión a nivel cutáneo. Del mismo modo los medicamentos son una fuente importante de manchas. Entre los fármacos que con más frecuencia ensucian nuestra epidermis destacan: estrógenos, tetraciclinas, amiodarona, fenitoína, fenotiazidas y sulfonamidas.
¡Pues bien! Independientemente del origen, una vez que la mancha ha aparecido hay una serie de sustancias a las que se puede recurrir para minimizar la intensidad de la misma. Clásicamente se han utilizado sustancias de síntesis química (hidroquinona, ácido kójico…) a las cuales les ocurre lo mismo que comentábamos anteriormente con los filtros químicos: absorción y modificación del metabolismo celular, toxicidad… Otra opción sería el uso de sustancias de origen natural que han demostrado tener un efecto blanqueante sobre la piel. En este sentido se han desarrollado múltiples estudios que evidencian el efecto blanqueante de sustancias como la vitamina C, la vitamina B3, la arbutina, el extracto de mora y el extracto de regaliz. También se ha demostrado que pequeñas proteínas presentes en la soja tienen también ese mismo efecto. De esta manera tenemos a nuestro alcance un amplio abanico de recursos naturales con un efecto evidente dirigido a la prevención y tratamiento de las manchas en la piel.
Un buen esquema terapéutico de cara al verano y después del verano sería el siguiente. Durante el verano utilizar protección solar durante los tiempos de exposición al sol (playa, montaña, paseos por la calle…) y complementarlo con algún dermocosmético natural con efecto blanqueante (noche, tiempo en casa, en la oficina…). A medida que el verano va terminando, ir utilizando cada vez más las sustancias blanqueantes. De este modo conseguiremos dos objetivos: por un lado minimizar la aparición de manchas gracias al uso conjunto y preventivo de los protectores solares y los blanqueantes, y por otro lado atenuar o incluso hacer desaparecer las manchas que hayan podido aparecer durante la época estival.
Es sólo desde la precaución desde donde podremos defender un uso y disfrute del sol sin consecuencias negativas, que tanto se esgrimen en contra del astro rey. Toda la vida de nuestro planeta se da gracias al sol. No sería justo hacer de él el villano de nuestra película. Así que ¡a disfrutarlo con cabeza!