El personaje a presentar hoy se llama Acebo. Es una persona cercana al enfado que tiene tendencia a sufrir ataques de genio y explosividad, de celos, o a pensar que debe tomarse la justicia por su mano con actuaciones que tienen más de venganza que de justicia, ya que están motivadas por la necesidad de resarcirse y con un trasfondo continuo de orgullo malherido, rabia o rencor. Todo esto suele venir motivado porque se ha equivocado al colocar el centro de su vida.
Ha confiado en la persona errónea y eso le ha llevado a sentirse herido cuando los demás no han estado a la altura de lo que esperaba de ellos. Porque la única persona en la que debe poner toda su fuerza es en ella misma. Habitualmente la gente no conoce la diferencia entre querer y amar. Querer implica el deseo de tener, de poseer. Cuando queremos a una persona tratamos de evitar que se vaya, que nos falte, que alguien llegue a ser más importante que nosotros en su vida. Consideramos que le damos lo mejor de nosotros y queremos a cambio nuestra justa compensación. Esto es un error.
Esto nos lleva a la dependencia, a la exigencia al otro de que sea como nosotros queremos, e incluso nos obliga a ser como no somos para conseguir la aprobación de quien nos interesa. Sin embargo, cuando amamos la cosa es absolutamente diferente. Damos al otro lo que tenemos para él sin esperar a cambio nada por su parte porque en el fondo no lo hacemos por él, sino gracias a él. Cuando amamos a una persona dejamos que saque de entre nuestras múltiples facetas aquella en la que podemos dar lo mejor de nosotros mismos y eso es lo que disfrutamos: lo que soy yo cuando puedo amar al otro. De tal forma que si este desaparece de nuestro camino no perdemos nada porque lo que yo soy, lo que yo doy, es justamente aquello que me queda y que puedo dar a cualquier otra persona. La diferencia entre querer y amar es pues la dependencia y eso me hace enfadar, sentir celos o querer cada vez más seguridades por parte del otro.
Acebo, nuestro personaje de, hoy ha cometido este error: ha querido en lugar de amar. Ha ido cediendo su espacio para conseguir que le quieran y se siente engañado y frustrado cuando no consigue aquello que esperaba. Todo esto le obliga a hacer más por el otro que por sí mismo y por lo tanto a alejarse más de sí. Eso le genera que la rabia, la insatisfacción y el enfado cada vez sean más frecuentes, e incluso con otras personas que no son tan importantes se comporte con el mismo mal genio. Sólo podemos ayudarle cuando se da cuenta de que tiene un problema. Puede que los demás seamos conscientes pero el personaje no, y en ese caso debemos tener paciencia o tomarnos las flores que compensen nuestro problema, recordando esta ley: es quien sufre el problema quien debe aceptar su cambio. Las flores de Bach van a ser igual de efectivas si no sabe que las toma, pero sí debe tener intención de cambio para no poner trabas a su propia evolución. Podemos dárselas a tomar de varias maneras: solas, diluidas en agua, en licores, en comida o simplemente aplicadas en la bañera, un masaje o una crema. Nuestro personaje irá cambiando su manera de exigir para ser él mismo y podrá continuar su andadura por este particular teatro para poder experimentar otros personajes, pero evitando los atascos dolorosos e innecesarios.