Editorial, por Ruth Alday

Si pensamos un poco sobre la historia de la humanidad, enseguida reparare­mos en que los grandes hechos históri­cos rara vez cambian de forma radical la forma en la que vivimos. Por lo gene­ral son cosas más sutiles, que suceden poco a poco y pasan desapercibidas, las que generan grandes avances o gran­des desastres.

Voy a poner un ejemplo relacionado con el tema central de nuestro número de invierno: el gluten. No hace falta ex­plicar que dominar el cultivo de los ce­reales permitió al ser humano tener una fuente de alimentación segura y sos­tenible; el pan y sus variantes han sido claves en la dieta de todas las grandes civilizaciones, y a nadie le “sentaba mal” ese alimento. Hasta que la industria ali­mentaria, a mediados del s.XX, descu­brió que el gluten aportaba viscosidad y volumen a los alimentos procesados, y empezó a utilizarlo como aditivo de forma masiva. El resultado es que ac­tualmente hay más celiacos y personas a las que sientan mal los carbohidratos procesados que nunca, y se ven obliga­dos a eliminar el gluten de su alimenta­ción si quieren mantener la salud.

Curiosamente, el mercado también ha sabido sacar provecho de este pro­blema, y actualmente podemos encon­trar en las tiendas una gran variedad de alimentos sin gluten. Desgraciadamen­te, resultan bastante más caros que los alimentos del mismo tipo que están he­chos con harinas convencionales. De ahí que aprender a cocinar “sin gluten” sea una necesidad para muchas personas, a las cuales queremos dedicar nuestro artículo central.

Volviendo a la idea con la que em­pezábamos esta editorial -el hecho de que los grandes cambios se producen a base de pequeñas acciones-, y vistos los resultados de la última cumbre climá­tica y la incapacidad de los gobiernos de tomar el rumbo de una nave que se va a pique, creo que es hora de que los ciudadanos demos ejemplo, haciendo los “pequeños cambios” que propicia­rán el cambio mayor. En nuestras ma­nos no está únicamente el reciclar o el consumir menos carne; nunca debemos olvidar el poder que tenemos como con­sumidores.

El hecho de decidirnos por determi­nados productos y marcas, que consi­deramos ecológicamente responsables, y comprar con un criterio de sostenibi­lidad, hace que cambien las reglas del mercado. Y al final, casi siempre son los mercados los que mueven a los go­biernos. Como consumidores tenemos un poder del que no somos realmente conscientes.

Queridos lectores... desde Vida Natu­ral os deseamos una nueva década llena de pequeños y grandes cambios.

Bienvenido 2020.

RUTH ALDAY. Directora de Vida Natural.