Editorial, por Ruth Alday

Es salir a la calle estos días y encontrarse una ciudad perfectamente maquillada para encarar las fiestas navideñas. Luces encendidas por doquier, escaparates llenos de adornos y productos seductores, y personas corriendo de aquí para allá con bolsas llenas de compras en las manos. Si se mira solo la superficie, todo parece perfectamente controlado y normal en nuestro pequeño mundo que gira en torno al consumo y las apariencias.

Tan bueno es el maquillaje, que a los políticos de turno se les infla el pecho como a pavos reales y sueltan todo tipo de perlas por esas boquitas bien alimentadas: “Estas van a ser las navidades de la salida de la crisis”, “Somos la Alemania del Sur”, “El verdadero problema de la infancia en esta comunidad es la obesidad, no la desnutrición”. Inexplicablemente, ninguno cae al suelo fulminado por un rayo divino, ni muere atragantado por su mala conciencia. Siguen ahí, mirándose en el espejo de la autocomplacencia, sin ver la realidad tal cual es. Una de las muchas cosas que aprendí de mi abuelo Luis, que fue niño durante la Guerra Civil y por lo tanto sabía de casi todo, es que aunque uno compre el mejor barniz del mundo, y se dedique a dar capa tras capa encima de una madera hasta verla lisa y brillante, si antes no se ha lijado bien para eliminar los rastros de la cobertura anterior y las posibles imperfecciones, estas acabarán desquebrajando el barniz desde el interior.

Eso es lo que ocurre en nuestra sociedad. Se pueden mostrar los resultados positivos de afiliados a la seguridad social, exponer lo bien que valoran a nuestro país los índices bursátiles, y sacar dinero de no se sabe donde para retomar obras y promesas paradas de cara a las elecciones municipales que se acercan... Pero cuando todos los partidos históricos tienen abiertos procesos graves de corrupción, Cáritas dice que atiende diariamente a más de 2 millones de personas en España, y Unicef nos pone en el segundo puesto de pobreza infantil de Europa... Ahí no hay maquillajes ni barnices que valgan.

Podemos seguir paseando por las calles iluminadas con luces navideñas, con la idea ilusoria de que a nosotros no nos tocará la desgracia, pero la verdad es que en el patio de atrás de los grandes almacenes donde acabamos de comprar es más que probable que haya alguien buscando alimento en los contenedores. Y esa persona tal vez no sea muy diferente a nosotros, tal vez hace dos o tres navidades también paseaba con sus bolsas cargadas de regalos por el lado luminoso de la acera. Por eso, por nosotros mismos, porque aún conservamos la capacidad de mirar y ver, creo que el principal propósito de cara al nuevo año debe ser concienciarnos de nuestro valor como personas y ciudadanos, y renunciar a las bellas mentiras maquilladas que quieren vendernos todos los días. Apostar por lo auténtico, por lo verdadero, aunque a veces sea feo e imperfecto. Recordar que la verdad nos hace libres.

En este último número del año os traemos un interesante monográfico sobre las virtudes de las setas, que guardan en su interior un enorme tesoro de salud por descubrir. También podréis descubrir las virtudes de la terapia con agua de mar, y cómo empezar el día llenos de energía gracias a un desayuno macrobiótico. Nuestro compañero Fernando Bejar nos explica en detalle las claves de la economía circular, un nuevo paradigma en la forma de producir y consumir. Y para terminar el año con algo dulce, los deliciosos postres veganos de nuestro especial de cocina. Os esperamos de nuevo a nuestro lado en 2015, sed conscientes y felices.

Ruth Alday . Directora de Vida Natural.